Origen Río Cuarto

 

Río Cuarto cuenta con tres parques industriales, uno de ellos, el más antiguo desde 1971 es el Parque Industrial Arturo Frondizi con 42 hectáreas, 32 empresas instaladas, genera alrededor de 1.000 puestos de empleo entre directos e indirectos. Solo para valorar su dinámica podemos mencionar que semanalmente operan más de 600 camiones ingresando y sacando producción de Río Cuarto al Mundo.


  

Los parques industriales son por excelencia un producto de la planificación urbana y productiva. Por un lado, posibilitan el acceso a la tierra, juntos con los servicios que se necesitan para promover el desarrollo industrial, por otro lado, logran la sinergia para que las empresas coadyuven a formar un ecosistema productivo. Esto minimiza las externalidades urbanas, organiza el territorio y lo potencia.

Promover el desarrollo de la producción implica promover el empleo y una forma de apropiación del territorio desde los usos y experiencias en la reproducción de la vida y en el acceso a la ciudad.

¿Pero qué sucede cuando esto no funciona? Por un lado, la historia nos enseña lo que Imaz llama la industrialización fallida, por el otro, las oleadas de inestabilidad macroeconómica y de políticas neoliberales que dejan fábricas abandonadas como cadáveres de elefantes que configuran un desahuciaste paisaje urbano. Finalmente, el fracaso de los modelos de planificación urbana de escritorio o basados en la inversión externa directa.


Pasaron más de 50 años entre la creación del parque Frondizzi y la pavimentación de una de sus calles, la llegada del gas o la creación de los parques industriales CECIS y BIO4 de reciente inauguración.

Los tres sólidos argumentos a la pregunta, ponen de relieve porque se ha tardado más de cuarenta años en desarrollar el sur de la ciudad en un pujante motor agroindustrial. Mientras la inversión urbana de los desarrollistas privado busca la renta del suelo hacia el oeste de la ciudad y la obra pública debe seguirla por detrás llegando tarde con los servicios, el sur se sumerge en el olvido y la depresión.

Las barriadas populosas esperan fuentes de trabajo que nunca llegan al sur de la ciudad y surcan en sus motos todo el mapa hacia el centro o hacia el oeste por salud, educación o a trabajar en las obras de construcción como una poderosa industria sin chimeneas, que se expande y contrae al ritmo de las cosechas.

Frente a la falta de promoción del uso de suelo industrial, el desarrollo endógeno de la industria de garaje, nace y se desarrolla adentro de la ciudad, generando todo tipo de limites productivos a las empresas y urbanos a los vecinos. Así como desde la planificación urbana y del desarrollo se debe definir un cordón industrial y un cordón verde para la producción frutihortícola, las ciudades pierden su competitividad al no poder desarrollarse por políticas erradas o por falta de estas.

Es así que la mano invisible del mercado se ha encargado de multiplicar entre un 300% y un 1000% el valor del metro cuadrado de suelo en diferentes zonas de la ciudad en los últimos 20 años. Situación que luego el estado consolida con inversión pública.

Esta realidad profundiza las asimetrías extendiendo los recursos hacia los espacios residenciales o dormitorio, perdiendo la oportunidad de fomentar una dinámica productiva capaz de darle sustento económico al desarrollo urbano. Esta política pública se la bautizó con el nombre de “Ciudad de servicios” y se cultiva en el discurso político y el imaginario culturar de margen a margen.

Para lograr ciudades sostenibles debemos pensar en la producción y el empleo como el organizador social que posibilita una lógica de desarrollo demográfico y movilidad urbana que no fragmente la ciudad y que contenga y canalice el poder del mercado en torno del desarrollo.

Así tendremos más industrias con el sello “Origen Río Cuarto” de aquí al mundo.

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