Entre el oficio y la industria: Desafíos de la Educación Técnica.
(*) Texto escrito en marzo de 2022
Formar para el trabajo no es formar empleados. El
trabajo en sentido amplio es una condición humana vinculada a la creación y a
la vocación de servicio comunitario, mientras que el empleo se circunscribe a
prestar la fuerza laboral a cambio de una contraprestación dineraria.
El sueño industrial
Igualmente la industria puede entenderse en sentido
limitado como el proceso fordista basado en una producción de escala y
estandarización que convierte al operario en máquina. Nosotros entendemos la
industria en un sentido amplio como la aplicación de conocimientos técnicos-tecnológicos
para la construcción o transformación de la materia con el fin de satisfacer
necesidades humanas.
La industria del presente y del futuro es una
industria del conocimiento atravesada por la transformación digital. En América
Latina la industria encarna un proyecto social y político que implica la oportunidad
de desarrollo del país, las comunidades y la jerarquización laboral del
empleado industrial.
Los procesos de desindustrialización y precarización
laboral vividos en la oleadas neoliberales han concluidos históricamente en
todo el continente con una profunda fractura del contrato social y de las
posibilidades de desarrollo armónico de los territorios.
La escuela técnica y la universidad pública son una
constante en las identidades de los industriales Pyme en el territorio.
El sello de la identidad industrial y el compromiso
con las comunidades se imprime en estos trayectos educativos que han podido
trabar entre instituciones, educadores y educandos un sentido de pertenencia y
de industria, entendida esta última como un arte creativo en la trasformación
de la materia con un fin social.
La muerte del oficio y del puesto
Es común en los ámbitos políticos, empresariales y educativos
escuchar la persistencia de la idea de formar en oficios e incluso se le
adjunta la frase “como salida laboral” y
se remata con la palabra “rápida”.
En una sociedad con problemas estructurales en su
mercado de trabajo, rondando el 40% de pobreza y 7% de desempleo, según datos
de INDEC este enfoque se vuelve no solamente atractivo sino que urgente. Sin
embargo, junto con el ocaso del fordismo nos encontramos en los albores de una revolución
tecnológica basada en el conocimiento.
Los vertiginosos cambios en la industria y la transformación
en los puestos de trabajo sólo puede ser suplida con la comprensión personal de
qué valor social tiene la acción transformadora del trabajo sobre los procesos.
La muerte del puesto y obsolescencia del oficio solo pude ser abordada con la
capacidad intrínseca de la persona de significar y construir su trayecto educativo
y laboral reconociendo el valor social que otorga su expertis y su práctica.
La formación para el trabajo no es formación para el
empleo ni para la subsistencia o el rebusque. La Educación Técnica Profesionalizaste
(ETP) busca construir esos consensos en el trayecto educativo y laboral que
conforma la construcción de un proyecto de vida que surge entre instituciones,
educadores y educandos un sentido de pertenencia y de industria.
Las políticas públicas y el mercado de trabajo deben
alinearse para generar la oferta laboral atendiendo a la inmediatez de la urgencia
a la que asistimos. Pero la formación técnica pensada como formación para el
trabajo debe apelar a la profesionalización y las habilidades blandas de los
educandos en la construcción de ese proyecto laboral.
Construir un horizonte
Trabajo
y solidaridad es la clave para un nuevo pacto social que posibilite un ordenamiento
y una reconstrucción de los vínculos en cuanto a lo común.
Agregar
valor es el desafío que tenemos como sociedad. No alcanza la respuesta
individual del oficio o la formación personal si no se inscribe en un proyecto
social y comunitario.
El
desarrollo de nuestras comunidades implica con contrato social donde cada quien
parta con las mismas oportunidades para sumar su valor. La construcción de
valor social es antitética del individualismo aislado. Para que halla
intercambio debe haber valor y el mismo es una constricción social entre quien
ofrece y quien recibe o valora el producto del trabajo.
No
puede ser nuestro horizonte el sueño del oficio como una mera práctica sin sujeto
y sin entorno; un mundo de monotributistas de servicios, sin derechos
laborales, sin escala salarial, ni
competitividad. Esta es la situación de una parte importante del mercado
informal de trabajo.
El
sueño industrial no es un sueño de operarios, es un proyecto de hacer
industria. Es la oportunidad de que el concomimiento y el trabajo de los
emprendedores, los técnicos, los universitarios puedan desarrollar a lo largo
de su trayecto de vida y trabajo su pasión sobre la materia. Para que el
operario calificado con deseos de innovar se pueda convertir en empresario,
para quien abre hoy su taller pueda abrir mañana una industria.
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